Cuando se quiere estudiar algo relacionado con las creencias, tradiciones, supersticiones o cualquier otra manifestación de la cultura popular de Galicia, es necesario tener en cuenta un factor determinante: el de que Galicia es un «finisterre», tal como afirma el etnógrafo Joaquín Lorenzo Fernández.
En el terreno de lo espiritual, es preciso tener en cuenta que todo cuanto el pueblo cree y cuenta tiene un fondo histórico y real. No siempre podemos llegar a saber cuál es éste, pero es innegable que el pueblo no inventa nada. Se limita, ante el hecho real y en el transcurso del tiempo, ha ido adornando, completándolo, dándole carácter literario, popularizándolo, hasta el extremo de ocultar, casi por completo, el fondo que le dió origen, pero siempre con base en hechos y sucesos reales.
EL AUTOR: ANTONIO CENIZA
©CENIZA777
Esta transformación llega a ser de tal magnitud que se suele perder lo real quedando solamente lo fantástico; de ahí la dificultad de aprovechar estos datos de forma científica, pero no por ello son menos valiosos para el conocimiento de un pueblo, de sus creencias y supersticiones, de sus tradiciones, en definitiva de su cultura popular.
Filomena Arias Armesto, conocida popularmente como «a meiga de Torbeo», fue un singular caso de curanderismo y adivinación en la Galicia profunda de finales del siglo pasado y principios del actual. Su fama fue tal que, a Torbeo, pequeña aldea del municipio lucense de Ribas de Sil, acudían gentes de toda la geografía gallega, León, Ponferrada y Asturias, en busca de sus milagrosos remedios y de sus visiones.
Personas que siendo niñas la conocieron y que todavía recuerdan vivamente los ataques que le daban a Filomena, “el mal” que la transformaba, fueron las que nos proporcionaron los datos que sirven de base a estas líneas, que no pretenden ser otra cosa que un pequeño homenaje a esta «sabia», posiblemente la última de una saga de singulares personajes que, conocidos como «bruxas» o «vedoreiras», fueron durante siglos punto de referencia de muchas gentes desesperadas y enfermas en las tierras del sur lucense de Lemos y Quiroga. El antecedente documentado de Filomena Arias quizá esté en Magdalena das Pereiras, alias la «vedoreira de Canide», condenada por bruja en Monforte en 1646.
lo poco que queda de su casa en Torbeo (foto superior)
Torbeo, localidad natal de Filomena Arias, es una pequeña aldea enclavada en el municipio de Ribas de Sil. Torbeo es una tierra alta, de robles, castaños y vides, que mira al rio Sil, el viejo y aurífero cauce fluvial que explotaron los romanos.
En Torbeo, donde todavía vive el nieto de Filomena, David Arias, sesenta años después de la muerte de esta «bruxa», casi todos los vecinos de cierta edad cuentan historias y hechos fantásticos atribuidos a la «meiga». Todos tienen su base real, pero con el paso del tiempo, muchos de ellos se han ido transformando, popularizándose, hasta tal punto que dudamos respondan a lo que en realidad sucedió en su momento.
Filomena Arias nació en la década de 1870 en Torbeo y murió en abril de 1938, en Salgueiros, lugar perteneciente a la aldea de Vilachá, en el municipio de Pobra do Brollón. Aquí, en la denominada «Casa do Garrido», vieja, cansada, enferma, desahuciada y pidiendo limosna, fue acogida por Ana González, que la atendió los dos últimos años de su vida. De Vilachá fue trasladada, en una camioneta, a la localidad de Rairos donde se le practicó la autopsia y fue enterrada. El dictamen médico certificó su óbito por edema pulmonar e insuficiencia cardíaca.
casa de Monforte de Lemos donde residió temporalmente la sabia de Torbeo (foto superior)
La singular historia de la «meiga» comenzó una tarde, de un día tranquilo en la serena aldea de Torbeo. Filomena, una joven normal y dispuesta, participaba con otras mujeres del pueblo en un «fiadoiro», casa en la que se reunían para coser. En un descanso de la faena, salió a beber a la fuente de Cruz do Barrio, próxima a la casa en la que las mujeres desarrollaban su tarea.
Según testigos presenciales, cuando regresó de la fuente a la labor, Filomena ya no era la misma. Entró ladrando en el «fiadoiro» y, presa de fuertes convulsiones, comenzó a golpearse la cabeza contra las paredes. Sus compañeras tuvieron que sujetarla hasta que se le pasó el ataque y se calmó.
De acuerdo con la versión de una vecina octogenaria de Torbeo, cuya madre vivió este extraordinario suceso, desde entonces Filomena quedó poseída por varios espíritus y periódicamente, por pequeños espacios de tiempo, caía en un trance que le permitía ejercer sus artes adivinatorias y de curación.
Filomena, según nuestra informante, rondaría los treinta años cuando fue supuestamente poseída en el extraño suceso de la fuente de Cruz do Barrio.
En tiempos de religiosidad, en los que se atribuían al diablo todos estos hechos, los vecinos la llevaron al párroco para que le practicase un exorcismo y expulsara a los espíritus de su cuerpo.
Siempre según la versión de los informantes, vecinos de Torbeo, incluido su nieto, el exorcismo se llevó a cabo y el ritual tuvo lugar en las inmediaciones del templo parroquia, puesto que Filomena, desde su «posesión», se resistía a pisar la iglesia y demostraba clara aversión por el clero.
Sujeta por vecinos de la aldea, el sacerdote llevó a cabo el rito del exorcismo y, de acuerdo con nuestra testigo, el párroco logró sacar del cuerpo de Filomena dos de los cinco espíritus que tenía. Al parecer, esos miasmas, salieron por su boca en forma de perro. Los otros tres se quedaron en su cuerpo, «puesto que sólo podían salir por los ojos y de hacerlo, Filomena se quedaría ciega», afirma nuestra informadora.
Estos entes fueron, según aseguran los vecinos, los que la hacían caer en trance y le facilitaban sus dotes adivinatorias y artes curativas. .
Las ancianas de este pueblo actualmente recuerdan aún los ataques que le daban a Filomena al momento de hacer sus sanaciones, se dice que era parte de una mecánica sobrenatural, en la cual estaba absorbiendo los males de las personas que la visitaban para pedir su ayuda. Otra cosa para destacar por su peculiaridad es que jamás pedía nada o cobraba por su servicio, sin embargo si aceptaba regalos. Su poder de predicción era tan preciso, que su fama se esparció como la pólvora; y pronto era visitada por personas de todo Galicia, Portugal, Asturias y León que tenían fe en sus poderes.
Tanto la iglesia como la localidad de Torbeo son famosas por este caso. A Filomena Arias o al caso se le suele citar como «La Bruja o Sabia de Torbeo». Aún cuando para nuestra apariencia las intenciones de esta mujer fueron buenas, le toco vivir en una época aún dominada por el clero.
casa de Rairos donde supuestamente falleció (foto superior)
David Arias, nieto de la famosa «meiga de Torbeo», a sus 72 años, sigue viviendo en la aldea en la que vio la luz su abuela. David todavía recuerda el miedo que pasaba de niño cuando le daban los ataques a su abuela que la transformaban en la «sabia» que daba respuesta a todo tipo de consultas y que recetaba pócimas «milagrosas» para cualquier enfermedad.
David, hombre afable y de charla pausada, cuenta que su abuela era analfabeta y que siempre hablaba en gallego. Sin embargo, cuando le daba el ataque, cuando le venía «el mal» como dice David, se transformaba por completo y hablaba un perfecto castellano.
Asegura su nieto que «el mal» le daba, más o menos, cada 24 horas y el trance en que caía Filomena duraba un par de horas. Recuerda David que las convulsiones era la señal del inicio de la transformación. Una vez que cesaban, repetía la palabra «chavaras» varias veces, lo que quería decir que las consultas podían comenzar.
David todavía recuerda casos que solucionó su abuela. Entre los más llamativos relata el de un padre que acudió a la «meiga» con su hijo enfermo de ictericia y entre los ingredientes de la receta de Filomena figuraba polvo de hueso humano.
Pero quizás, la adivinación fuese su don más preciado. Cuenta su nieto que muchos de los que venían a consultarle, antes de que hablasen, ya les decía ella lo que venían a preguntar.
La faceta visionaria de Filomena es la que más recuerda la gente y la que más ha calado en el ámbito popular. Todas las fuentes consultadas aseguran que sus vaticinios eran exactos, en la práctica totalidad de los casos.
Sara González, de 67 años, hija de la mujer que recogió a Filomena los últimos años de su vida en Vilachá, asegura que a la «meiga» cuando le daban los ataques comenzaba a ladrar y realmente se transformaba en otra persona, afirma que su rostro se transfiguraba y hablaba a gritos. Añade Sara que a Dios le llamaba «Manolón».
Filomena Arias Armesto fue madre soltera de un solo hijo, Domingo. Tuvo como compañero al vigués David Bascoy Iglesias, con el que convivió en Torbeo hasta que fue desterrada a Monforte, allá por el año 36. En la capital de Lemos vivió algún tiempo en la Plaza de Os Chaos y acabó con sus huesos en Vilachá, Pobra do Brollón, donde fue acogida, como ya apuntamos, en «Casa do Garrido», su última morada.
cementerio de Rairos donde supuestamente esta enterrada (foto superior)
David Bascoy, según relató su nieto, por expresarlo de algún modo, era el responsable del tinglado administrativo y económico que giraba en tomo a Filomena en sus años de fama. Este vigués que, según parece, fue a ver a la «bruxa» en busca de remedio, se quedó con ella. Él era el encargado de escribir las recetas que dictaba Filomena en sus trances y también vendía los milagrosos evangelios. Según el nieto de la «sabia de Torbeo», el negocio que generaba Filomena fue, durante muchos años, de lo más floreciente y además de las visitas que, a diario, recibían en Torbeo, la «meiga» se desplazaba a las ferias de Quiroga, Sarria y Monforte, entre otras.
Sirvan estos apuntes de pequeño homenaje a esas mujeres y hombres que de un modo u otro atesoraron un saber popular que pusieron al servicio, desinteresado unos e interesado otros, de aquella gente que le tocó vivir en una Galicia profunda y olvidada, que hoy empieza a ver la luz. Filomena Arias, quizás, fue el último ejemplo, al menos en la provincia de Lugo, de una estirpe de «sabias» que ya son historia, parte de nuestra cultura tradicional.
FDO: ANTONIO CENIZA ALFONSO







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